Se podría decir, entonces, que la identidad es la sumatoria del autoconcepto (componente cognitivo) y de la autoestima (componente afectivo), es decir, las ideas y creencias que tenemos hacia nosotros mismos y el valor que nos otorgamos a partir de las mismas.
Tanto la identidad como la autoestima se van formando a lo largo de la vida en una interrelación entre la realidad individual o interna (psiquismo) y la realidad externa, sea esta social, cultural, económica de la cual somos partícipes a través de la socialización, primero por la familia y luego por otros estratos de la sociedad en los cuales nos toca interactuar. De esta manera la identidad y la autoestima se van ajustando permanentemente.
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